sábado, 23 de noviembre de 2024

 

¿LA UNIÓN SALVARÁ A LA DERECHA?

Este 27 de octubre, el Frente Amplio obtuvo 1.071.826 votos (43.85%). La Coalición Republicana, por su parte, se hizo con 1.162.050 (47.55%). Para la segunda vuelta, sería lógico que quienes apoyaron al resto de los partidos de derecha se sumen a Delgado: los 3.183 (0.12%) del Partido Por Los Cambios Necesarios y los 1.909 (0.08%) de Avanzar Republicano. Si bien siempre ha habido un trasiego de votos desde este espectro hacia el FA en segunda ronda, es razonable considerar que la Coalición cuenta a priori con 1.167.142 votos (47.76%) medianamente asegurados.

Si el Frente lograse captar los 65.796 (2.69%) de Identidad Soberana, los 10.102 (0.41%) de Unidad Popular y los 9.281 votos (0.38%) del Partido Ecologista Radical Intransigente; la suma sería de 1.157.005 (47.34%). Así y todo, lo deja 10.137 debajo de la Coalición. Por lo que la pregunta que se impone es ¿De donde va a sacar los votos para ganar el 24 de noviembre?

El Partido Nacional no tiene asegurado todo el electorado de sus socios. Desde 1999 para acá, la suma de todos los votos de la derecha de octubre no se repite en noviembre. En aquel año, colorados, blancos y la Unión Cívica obtuvieron 1.188.004 votos (el 53.88%) en primera ronda, en tanto que en el ballotage unos 1.158.708 (52.52%). Esto significa que un 2.46% (unos 29.296) del electorado de los partidos tradicionales (blancos y de la Unión Cívica en este caso) no acompañó a la formula Batlle-Hierro.

Por su parte y con un porcentaje de votos en blanco (de 22.430 en octubre a 64.043 en noviembre), anulados (22.240 y 21.469), hojas solo por el sí (12.840), mayor en el ballotage (2.9%, 64.043) que en la primera vuelta (2.84%, 57.513); 6.530 personas que eligieron un candidato en octubre no lo hicieron en noviembre. En primer lugar, esto da a suponer que quienes votaron solo por el plebiscito se abstuvieron de elegir por una de las dos opciones. En segundo lugar, que el aumento de participación del 91.70% al 91.84% (tan solo 1.228 personas) se comportó de la misma manera. Por tanto 5.503 personas que votaron al Partido Nacional, la Unión Cívica o al Nuevo Espacio (que sacó 4.44% en octubre) no lo hicieron por ninguna de las dos fórmulas.   

Entre la primera vuelta (861.202) y la segunda (981.778) el Frente ganó 120.576 votos; pasando de 39.09% a 44.50%. Si los 5.503 mas que en noviembre decidieron no elegir ninguna de las dos opciones fueron todos del Nuevo Espacio, esto significa que el Frente logró captar a 92.440 de los 97.943 votos de este partido, es decir, al 94.38%; en tanto que de la derecha algo así como 28.139, 1.188.004, un 2.3%. Pero si fueron los votantes de los partidos tradicionales quienes prefirieron no elegir a ninguno, el Frente habría logrado el 100% del electorado del Nuevo Espacio y 22.633 de blancos y la Unión Cívica, un 1.90%.

Las elecciones de 2004 cambiaron el escenario por completo. Los históricos partidos pasaron a sumar un 44.6% de los votos, 8.99% apoyos menos que cinco años atrás: una perdida del 15.81% de su electorado. Una parte (0.45%) pudo haber migrado a las nuevas formaciones derechistas, pero el restante 8.54% (el 14.24%), si se lo suma a lo logrado por el FA y el Nuevo Espacio en la primera vuelta de 1999 (restándole el 1.84% que formó el Partido Independiente cuando el NE se incorporó al FA) da 50.2%, casi exactamente el 50.45% logrado por el Frente Amplio en 2004. Reduciendo las posibilidades de que se hayan abstenido, ya que la baja de 2.08% de la participación (89.62%) parece responder a los 85.656 habilitados más, de los cuales 24.727 decidieron votar y 60.929 no acudir a los comicios (la abstención aumentó en 58.856 personas). En tanto que los blancos y nulos (2.35%) se mantuvieron casi igual -0.26% menos- que en 1999.

En 2009 el FA obtiene 1.105.262 votos en la primera vuelta, una pérdida de 19.499, pasando a representar al 47.96% de la población. Los Partidos tradicionales alcanzaron el 1.062.249 (46.09%) de votos, recuperando 66.474 de los que habían perdido cinco años antes. En la segunda vuelta el FA logra 1.197.638 (52.39%), unos 92.376 votos más. En tanto que la formula encabezada por Lacalle se hizo de 994.510 (43.51%), perdiendo 67.739 votos con respecto a la primera vuelta, una cifra muy parecida a los 66.474 que habían recuperado con respecto a 2004.

En noviembre, los blancos y anulados pasaron a 53.100 personas (2.32%) y 40.103 (1.75%), respectivamente; unos 93.203 (4.07%) en total, es decir 29.015 (1.28%) más que en octubre. Esto hace suponer que ninguno de los 14.410 que en primera rueda votaron solo por los plebiscitos, habrían optado por uno de los dos candidatos. En tanto que la participación también bajó de 2.304.686 a 2.285.958, quedando en 89.18%, unos 18.728 electores menos.

Suponiendo que todos los votos que los partidos tradicionales (en este caso del Partido Colorado) perdieron entre las dos vueltas, fueron al Frente Amplio, esto significa que el 6.37% de su electorado migró al FA. En todo caso, este es el porcentaje que no pudo retener, independiente de si fueron al FA o no optaron por ninguna candidatura. Esta hipótesis puede sostenerse en que los 67.739 votos perdidos con respecto a la primera vuelta, son los 66.474 que habían recuperado con respecto a 2004, un segmento volátil que habría estado dispuesto a votar por los colorados, mas no por los blancos. En función de esta lógica, todos los votantes del Partido Independiente y de Asamblea Popular habrían pasado a formar parte de los 47.784 que incrementaron el voto blanco, nulo, o no participaron (la cuenta da 48.151). Todos menos los 24.637 que optaron por Mujica para completar los 92.376 votos que ganó dicha formula en segunda vuelta; es decir, un 33.84% de su electorado.

Por el contrario, si todos los votantes del Partido Independiente y de Asamblea Popular (72.788 votos, un 3.16% entre los dos) pasaron al FA, tan solo 19.588 de los partidos tradicionales (colorados) hubiera respaldado a Mujica; una cifra muy parecida a la perdida por el Frente en primera ronda con respecto a 2004. Esto significaría que un 1.84% de su electorado (colorado) prefirió respaldar a Mujica en vez de a Lacalle. Un escenario más realista que el anterior, aunque se podría especular que un hipotético 1.06% o 2% que se habría mudado del FA al Partido Independiente y Asamblea Popular entre 2004 y 2009, hubiera regresado a sus filas para el ballotage -un 0.65% de cada partido (14.973 o 26.10% del PI y 10.028 o 97% de Asamblea Popular)-, aproximadamente 25.001, un 34.37% de quienes los votaron en primera vuelta. Esto dejaría a 67.375 colorados votando a la formula Mujica-Astori, un 6.34% de sus votantes.

 En 2014 el Frente consigue 1.134.187 votos, un aumento de 28.925 (pese a captar un poco menos que cinco años atrás, 47.81%). Los partidos tradicionales, por su parte, se hicieron de 1.038.300 (43.77%), 23.949 o 2.32% menos. En la segunda vuelta el FA (1.241.568 o 53.48%) ganó 107.381; en tanto que la derecha (955.741 o 41.17%) otra vez perdió unos 82.559, es decir un 7.95% de su electorado. Aunque improbable, si todos estos votos fueron para el FA, se necesitarían tan solo 24.822 de los 121.301 que eligieron a uno de los partidos menores para completar el caudal que el FA ganó en el ballotage; un 20.46%. Por lo que el resto (96.479) coincidiría con quienes en la segunda vuelta (a diferencia de la primera) no optaron por ninguna de las dos fórmulas. 

Entre votos en blanco (27.605, un 1.16%), anulados (33.419, un 1.41%) y quienes votaron solo por el plebiscito (17.083, un 0.72%) sumaron 78.107. En la segunda vuelta estos números escalaron a 63.591 (2.74%) en el primer caso y 60.042 (2.59%) en el segundo, unos 123.633; es decir, unos 45.526 más. La abstención también creció en 50.742 personas (de 90.51% a 88.58% la participación). Por lo que 96.268 que habían votado a algún candidato en octubre, no aceptaron hacerlo por ninguno en noviembre.

En tanto que, en el caso contrario, si todos los votos ganados por el FA en segunda vuelta hubieran correspondido a votantes de estos partidos menores, Mujica-Astori habría recolectado el 88.54% de este segmento y un 0% de los partidos tradicionales. El resto (13.920) se sumarian a los votos perdidos por colorados y blancos que íntegramente habrían decidido no votar a ninguno de los dos (96.479).

En 2019 el FA obtuvo 949.376 votos (39.01%), 184.811 menos que en 2014. Los dos partidos tradicionales alcanzaron los 996.629 (40.95%), una pérdida de 41.671. En la segunda vuelta el Frente logró 1.152.271 (47.35%), unos 202.895 más (muy parecido a los votos perdidos en octubre). En tanto que la nueva alianza derechista que incluía a blancos y colorados, pero también al Partido Independiente (0.97% y 23.580 votos), Partido de la Gente (1.08% y 26.313) y Cabildo Abierto (11.04% y 268.736), logró en octubre 1.315.258 (54.05%); por lo que perdieron 125.945 votos propios, un 9.57% de su electorado.  

Teniendo en cuenta que, en octubre, los blancos (43.597, un 1.73%) y anulados (44.597, un 1.83%) sumaron 88.194. En la segunda vuelta fueron 38.024 (1.56%) y 53.193 (2.19%), respectivamente. Además, la participación se mantuvo estable (de 90.13% a 90.12%), bajando tan solo en 168 personas. Por lo que, quienes decidieron no apoyar ninguna de las fórmulas en noviembre fueron 91.385, 3.191 más que en octubre.

Todos estos votos perdidos por la derecha fueron a parar al Frente. En tanto que los 76.950 restantes para completar los cosechados en noviembre, parecen coincidir exactamente con los 80.331 del resto de los partidos menores - Unidad Popular (19.728, un 0.81%), Partido de los Trabajadores (1.387 y 0.06%), PERI (33.461 y 1.38%), Partido Verde Animalista (19.392 y 0.80%), Partido Digital (6.363, un 0.26%); que si se le restan los 3.191 que decidieron no acompañar a ninguna de las formulas da como resultado 77.140. Esto significa que el FA, logró captar al 95.79% de estas agrupaciones. En tanto que, si se hubiese quedado con el 100% de estos partidos, en vez de haber acaparado todos los votos de la coalición de derecha, se habría hecho con 122.754, un 9.33%.

La derecha ha perdido en las últimas tres elecciones entre un 6.37% y un 9.57% de los votos conseguidos en octubre. Cabria esperar que esta sangría disminuya al estar consolidada la coalición de gobierno, sin embargo, en 2019 esta ya estaba conformada de hecho, y fue cuando perdieron el caudal mas grande. Por lo tanto, la derecha perdería en noviembre entre 74.346 y 111.695. Lo que la dejaría en 1.055.447 o en 1.092.796 votos en el ballotage. Suponiendo que perdiese solo un 2.46% de su electorado -como sucedió en 1999-, quedaría en 1.138.430.

Históricamente, el FA no acapara todos estos votos, pero es posible que si lo haga con entre el 1.84% y el 9.57% de este electorado. Para el primer caso alcanzaría 1.093.301 y en el segundo 1.183.521. Por su parte, si la formula Orsi-Cosse lograse el 100% de los partidos menores que no son de derecha, alcanzaría los 1.157.005. Por los antecedentes, este escenario no se puede descartar, pero quizás sería más realista considerar un piso de 20.46%/30.84% y un máximo de 88.54%. En el primer caso llegaría a los 1.089.253 votos y en el segundo 1.147.243.

A priori el Frente Amplio solo contaría con estos votos para imponerse en el ballotage, teniendo en cuenta que de 1999 para acá los blancos y anulados (este año fueron 3.48%) aumentan entre octubre y noviembre; y quienes en primera ronda solo se manifiestan por los plebiscitos (1.41% en el de este año) no eligen a ninguno de los candidatos de la segunda ronda. De la participación también se puede decir lo mismo, ya que siempre baja un poco.

El piso mínimo de votos de la derecha en noviembre debería ser de 1.055.447; en cuyo caso el FA sin sumar adhesiones, solo con lo logrado en la primera vuelta (1.071.826) ya ganaría. Este escenario es poco probable y habría que descartarlo. Por su parte, si la candidatura de Delgado obtuviese 1.092.796 votos en el ballotage, al Frente le alcanzaría para ganar solo sumando el piso de votos que históricamente ha conquistado a costa de la derecha y de los partidos menores, ya que alcanzaría los 1.110.728.

Parecería imposible que la Coalición obtuviese mas de 1.138.430, es decir, por los antecedentes, no hay forma de que no pierda como mínimo al 2.46% de la suma total de los partidos derechistas. En este caso, el Frente debería alcanzar el máximo posible de los otros partidos no de derecha (unos 1.147.243), y solo podría aspirar a rescatar 21.475 votos de la derecha (su piso mínimo, el 1.84% de su electorado).

Lo cierto es que, por los antecedentes históricos, al FA le debería alcanzar para imponerse en segunda vuelta; pero ahora la derecha se encuentra formalmente unida en una sola coalición, por lo que este novedoso escenario puede hacer desbaratar estos presupuestos.

martes, 19 de noviembre de 2024

LA DERECHIZACION DEL FRENTE AMPLIO

La derechización del Frente Amplio no comenzó este año. La moderación se inició lentamente en la primera mitad de los noventa, y se fue consolidando con la alianza con el Encuentro Progresista en 1994 y con el proceso de actualización ideológica de 1997. De esa manera, despareció del discurso toda alusión al socialismo, la revolución, la lucha de clases, la dictadura del proletariado; y se suprimieron de su programa la reforma agraria, la nacionalización del comercio exterior, la estatización de la banca, el rechazo de la deuda externa y de los organismos financieros internacionales.  

El Frente pasó de una agenda rupturista, a promover una política de acuerdos sociales, de reformas graduales; con el objetivo (no declarado, pero poco velado) de administrar una economía capitalista, de mercado, pero con equidad. El gobierno municipal en Montevideo a partir de 1990 ya había dado una muestra de la nueva impronta: incorporación de las tercerizaciones y acuerdos con el empresariado vinculado a los servicios urbanos. El giro liberal fue público y notorio, y a la vista de todos los militantes frenteamplistas.

Esta transformación fue confirmada por los 15 años del conglomerado en el poder. Es que por más que ni en los principios rectores de la propia fuerza política -ni mucho menos en su programa de gobierno- figurase el objetivo de alcanzar el socialismo; el Frente si se definió siempre como un Partido anti oligárquico, representante de los intereses de los trabajadores, que se proponía la superación del capitalismo para construir una sociedad más justa. Además, independiente del indisimulado giro a la derecha, el FA gana las elecciones de 2004 con una consigna inequívoca y cuasi revolucionaria para los tiempos que corren: la redistribución de la riqueza. 

Nada de esto sucedió en el tiempo que permanecieron en el Ejecutivo. No hubo una sola reforma estructural del sistema económico, ni se tocó jamás los intereses del Capital. Lo que sí hizo el FA, fue subir los sueldos y reducir los niveles de pobreza; algo que sin lugar a dudas le cambió la vida a muchos uruguayos, pero que duró menos de 15 años. Es que cuando el ciclo virtuoso de precios de las materias primas -que había propiciado el crecimiento del PBI- se revirtió, el FA -como cualquier partido de derecha- decretó el ajuste y los ingresos de los trabajadores dejaron de subir y la pobreza dejo de bajar.

En 2004 el 39.9% de la población estaba en la pobreza. Al finalizar el primer quinquenio de Tabaré Vázquez, disminuyó al 21%. En el periodo presidido por Mujica, se redujo hasta el 9.7%. Mientras que en la última administración frenteamplista, bajó al 8.8% de la población. Sin embargo, no solo la reducción es mínima, sino que entre 2014 y 2016 la pobreza se estancó –permaneciendo en 9.7% los dos primeros años, para bajar 3 décimas en 2016-. Y pese a que al año siguiente pasó a 7.9%, subió los siguientes dos años.

En junio de 2015, por primera vez en una administración frenteamplista, se desindexan los salarios de la inflación. El salario real creció un 26,9% en el primer periodo de Vázquez. En tanto que con Mujica aumentó 19,1%. En el tercer periodo frenteamplista el alza fue tan solo de un 7%. 2019 fue el primer y único año donde los trabajadores perdieron poder adquisitivo en los quince años de gobiernos del Frente Amplio, un 0.27%.

La derechización del FA en esta ultima contienda electoral, pese a su excepcionalidad, no ha sido un quiebre, sino una continuidad. En el 2004, pese a la ya mencionada derechización consumada de su dirigencia (incluidas las nuevas alianzas con sectores de la derecha), la izquierda llegó al poder con el clamor del que se vayan todos y con la esperanza de transformar para siempre el país: la gente voto al Frente no por su moderación o su acercamiento a la derecha, sino para que cambien de verdad las cosas, que era lo que prometía desde su fundación y con lo que había acumulado fuerza política desde entonces.

En 2009 la situación ya cambia notoriamente. Tras la elección de Mujica en la interna, y ante la expectativa de un giro a la izquierda, rápidamente se hizo saber que la economía seguiría siendo manejada por el astorismo, instalándose la idea de que el equipo del ministro controlaría la gestión del (supuesto) sector radical del Frente Amplio.  

Cinco años más tarde y con la vuelta de Tabaré Vázquez, el Frente se consolidaba como un Partido tradicional más, reclamando el voto de la gente en función de la previsibilidad que su experiencia en el gobierno garantizaba, en contraposición del salto al vacío que representaba la candidatura del joven Lacalle Pou. En la campaña no hubo rastro alguno de ninguna de las reivindicaciones históricas de la izquierda uruguaya, en su lugar, apareció el Sistema de Cuidados (el llamado a ser el buque insignia del tercer gobierno frenteamplista, aunque ni siquiera estaba planificado que se implementase de manera sustancial en ese periodo) y la mencionada propuesta de desindexar los salarios de la inflación, del por entonces ministro de Economía, Mario Bergara.

Al final, el temor al regreso de la derecha, le dio la victoria al FA en 2014. Sin embargo, ya no fue suficiente para retener el gobierno en la siguiente contienda. Daniel Martínez repitió la estrategia despolitizadora y desidiologizadora llevada a cabo por Vázquez cinco años atrás; inclusive, yendo más allá, cuando reconoció públicamente que no necesariamente cumpliría con el programa de gobierno del FA, elemento fundamental de la agrupación, y último bastión de la izquierda frenteamplista, dado el peso que tienen las bases militantes en su confección. Claro que no se perdió por el pésimo candidato presentado, sino por los ya mencionados magros resultados del gobierno de Vázquez.

Finalizado el boom de las materias primas, el FA debió decidir si ante el menor crecimiento económico se metía con la renta empresarial para continuar aumentando los ingresos de los trabajadores, o si cortaba con esta política para resguardar los intereses del capital. Sin dudarlo, se inclinaron por esta ultima opción.

De esta manera se llegó a las elecciones de este año. Si bien existe una continuidad en las tácticas empleadas en las campañas anteriores, hay un quiebre fundamental, que es la derechización desembozada del FA. Es cierto que esto fue lo que ocurrió en su último periodo al frente del Ejecutivo; pero no se había dado en momentos de recabar el voto de la ciudadanía. Anteriormente, en estas instancias se buscaba ganar el centro, moderando el discurso, pero ocultando su agenda liberal, más lesiva para su electorado.

Pero en esta elección el Frente ha transparentado sin complejos su proyecto abiertamente anti obrero, posicionándose en contra del plebiscito de la seguridad social y apoyando la desindexaciónsalarial (esta vez de manera pública y en plena campaña, y no como hizo Bergara, en una Comisión del Parlamento). Sacando a relucir lo que antes se empeñaban en esconder, no resulta difícil hacerse una idea de para quién gobernará el Frente Amplio. Y si quedaba alguna duda, la designación de Oddone como ministro de Economía, las despeja por completo. El miembro de la Consultora CPA Ferrere, es un representante orgánico del capital uruguayo.

No se trata de negar que entre los dos candidatos del Ballotage el representante del FA sea la mejor opción que tienen los trabajadores, tampoco de esconder el hecho de que si el país vuelve a crecer a tasas medianamente altas, un cuarto mandato del FA reparta las migajas que sobran entre los más desfavorecidos (como hizo en los anteriores); pero si tienen que quedar claro que la coalición de izquierda no solo no es la defensora de los intereses de la clase trabajadora, sino que gran parte de su proyecto político atenta directamente contra ella.

Es una vergüenza y una afrenta para la izquierda la candidatura de Orsi. Una persona con un discurso absolutamente vaciado de contenido político e ideológico. Un demagogo. Algo esperable del mujiquismo. Lo que no es aceptable es que desde la izquierda frenteamplista surja la opción de Carolina Cosse, a quien le cabe lo mismo que se puede decir de Orsi (incluso, también surgió del MPP).

La intendenta de Montevideo no camparte ninguna de las propuestas que estos sectores podrían llegar a representar; su hipócrita y mentirosa postura sobre el plebiscito así lo demuestra. Su candidatura solo se entiende por la renuncia de la izquierda a dar la pelea en la interna del FA y por un calculo electoralista, marketinero, de imagen pública; con el único objetivo de ganar una elección. Y eso es en lo que parece haberse convertido el FA definitivamente: en un partido que solo le interesa el poder, y que trata de conseguirlo de la manera que sea. Es la profesionalización de la política, la conquista del Estado como fin en si mismo y no para mejorarle la vida a la gente.

Quizás existan argumentos para negar que el Frente Amplio ya se haya convertido en lo mismo que es el Partido Demócrata en Estados Unidos o los partidos socialistas europeos, lo que si es irrefutable es que hay claros indicios de que hacia allá se dirige. Cabe preguntarse, entonces, que tan provechoso puede llegar a ser para el pueblo uruguayo y para la izquierda avalar esta reafirmación derechista del FA votando por Orsi en el ballotage. A mediano y a largo plazo, al mirar lo que sucede hoy en día en el hemisferio norte, los resultados son catastróficos. Ciertamente, en el corto plazo puede haber un margen para la duda; aunque lo que sucedió en Argentina con la elección de Alberto Fernández y todo lo que vino después no resulta muy alentador. La izquierda uruguaya no debería olvidarse de este ejemplo (tan cercano) sobre lo que implica el voto útil o votar al menos peor.   


  ¿LA UNIÓN SALVARÁ A LA DERECHA? Este 27 de octubre, el Frente Amplio obtuvo  1.071.826 votos (43.85%). La Coalición Republicana, por su...