viernes, 24 de noviembre de 2023

LOS ARGENTINOS NO SE EQUIVOCARON TANTO

La Argentina acaba de elegir a un payaso fascista como presidente, y la mayoría se pregunta como puede ser que hayan optado por un candidato tan impresentable. Pero si el ganador hubiese sido Massa ¿Qué diría esto de los argentinos? ¿Era la decisión correcta votar al representante de una administración que sumió al 40% de la población en la pobreza? Los candidatos oficialistas ganan o pierden elecciones de acuerdo a la gestión del gobierno. Casi nada puede quitarle la victoria a un partido que favoreció a las grandes mayorías. Pero el peronismo fue en contra de los intereses del pueblo.

En estos cuatro años, la presidencia de Alberto Fernández llevó adelante una política de destrucción de los salarios que condenaron a casi la mitad de los argentinos a la pobreza. Durante todo el periodo se gobernó para los intereses del gran empresariado; mientras que las medidas en favor de los trabajadores solo aparecieron después de derrota en las PASO. Medidas que, por supuesto, solo fueron migajas para paliar la situación, ninguna rectificación sobre el rumbo que trajera cambios sustanciales en la vida de la gente ¿En serio creyeron que el pueblo sería tan estúpido? Y todo esto luego de ganar las elecciones en 2019 haciendo campaña con que rescatarían al país luego de la debacle de Macri ¿Hubiese sido una decisión inteligente renovarle la confianza a un gobierno que los empobreció y les mintió descaradamente?
Como ministro de economía durante mas un año, Massa fue el máximo responsable de destruirle la vida a los que menos tienen para que los ricos sean cada vez más ricos. Pero cuando llegaron las elecciones, no había día que no presentara alguna política compensatoria para el ingreso de los trabajadores ¿De verdad pensaron que la gente no se daría cuenta que lo único que les importaba era ganar las elecciones? En campaña Massa prometió hacer todo lo que no quiso hacer cuando acumuló todo el poder desde el ministerio de Economía ¿Qué hubiera dicho de la inteligencia de los argentinos si elegían a esta persona como presidente?
Además, no fueron solo estos cuatro años en los que peronismo volvió a demostrar lo poco que le importa la gente. Los últimos tres años del gobierno de Cristina también fueron un desastre para los argentinos. Con los Kirchner la pobreza bajó hasta 2012, pero en 2013-2015 se disparó a 27%-30%. Fueron tiempos de pérdidasalarial y crecimiento de la pobreza. Por lo que, en los últimos siete años de los peronistas en el poder lo único que hicieron fue atacar los ingresos de quienes dicen defender.
A propósito de Cristina, luego de designar a dedo a Alberto Fernández en 2019 -siendo perfectamente consciente de los intereses que representaba-, intentó desligarse de su gestión aduciendo que desde su cargo como vicepresidenta carecía de todo poder para decidir sobre las políticas del gobierno ¿En serio creen que a la gente no le generó nada semejante acto de cinismo? Cuatro años después, la misma Cristina volvía a elegir por su cuenta quien sería el candidato; y, nuevamente, se decidió por un representante de la derecha peronista, que también había sido parte de su gobierno, para luego pasarse a posiciones abiertamente anti kirchneristas ¿De verdad esperaban que el pueblo argentino aceptara el mismo camino que los había llevado al desastre? 
Ciertamente la victoria del impresentable de Milei no ayuda a tratar de comprender la lógica de la decisión tomada por los vecinos; pero esta es evidente. Hubiera sentado un gravísimo antecedente (otro más) que el pueblo eligiera al ministro de Economía de un gobierno que se dedicó sistemáticamente a atacar sus intereses; hubiera sido lamentable que volvieran a optar por quienes los engañaron hace tan solo cuatro años. Resulta increíble, pero ni siquiera se preocuparon por cambiar sus mentiras de campaña. Durante todo el gobierno de Macri prometieron que iban a echar al FMI, pero cuando llegaron al poder terminaron pactando con el FMI, y luego, para mantenerse en el gobierno, hicieron campaña contra la presencia del Fondo en el país.
No satisfechos con empobrecer a los argentinos, también se les burlaron en la cara. En noviembre del año pasado Cristina había dicho que no se arrepentía de haber elegido a Alberto, y un año más tarde se desentendía de su gestión ¿Acaso la gente tenía que volver a acatar su orden, para en 2024 tener que escucharla decir que no tenía nada que ver con Massa? El Kirchnerismo y el peronismo volvieron a demostrar que les interesa más controlar el Estado que el bienestar del pueblo. Ante tanta desvergüenza y cinismo, el 36.78 % que Unión por la Patria consiguió en la primera vuelta fue la peor votación de la historia del peronismo.
Es cierto que los argentinos cometieron un grave error al elegir a Milei como presidente; pero al mismo tiempo, no se equivocaron cuando eligieron de entre los dos candidatos, por el único que proponía un cambio, el único que despotricaba contra la casta y contra el sistema establecido. Aunque resulte contradictorio, si bien los argentinos finalmente fueron engañados por las mentiras populistas de los fascistas, no se equivocaron en elegir la única opción rupturista y radical disponible. Ante la falacia de que solo la moderación es la estrategia para ganar una elección, la decisión del pueblo argentino debe destacarse y resaltarse.
Tampoco se puede dejar pasar que, nuevamente, quedo expuesta la mentira de que la derechización de los partidos que dicen representar a los trabajadores es una garantía para llegar al poder. Pero hay otro aspecto muy valorable en el comportamiento electoral de la ciudadanía, específicamente en lo que respecta al votante de la derecha. Desde que asumió en 2003 Néstor Kirchner, liberales y fascistas comenzaron a trabajar para poder sacarlo de la Casa Rosada. Luego de un arduo camino, en 2015 lograron unificar a la derecha y volver al poder. Sin embargo, quienes convirtieron a Macri como presidente, entendieron que este los había defraudado, y en vez de darle otra oportunidad, lo hicieron a un lado. No solo no se pudo presentar ni como precandidato dentro del partido que el mismo había fundado, sino que su representante ni siquiera pasó a la segunda vuelta. En cambio, optaron por un candidato nuevo.
Por más increíble que sea, hay que reconocer que en esta decisión de la derecha argentina hay muestras de una dignidad, una racionalidad y un coraje pocas veces visto en el electorado de cualquier país del mundo. Fue sumamente digno el no dejarse engañar nuevamente por quienes incumplieron años atrás con sus compromisos de cambios y, resistiendo cualquier compromiso emocional con el macrismo -que ellos mismos ayudaron a construir y del que formaban parte-, en un acto puramente racional, lo descartaron y optaron por una opción nueva. Encima, tuvieron el coraje de elegir una opción que parecía imposible que pudiese hacerse con la victoria, en las antípodas de lo que se considera un buen candidato.
Este comportamiento es sumamente novedoso en política. Sin duda debe haber casos, pero no deben ser muchas las veces en que un electorado le concede solo una oportunidad a sus representantes, y luego no los elige ni para ir a disputar un ballotage.
El pueblo se puede equivocar, pero generalmente, la culpa no es del pueblo. En este caso puntual, la gran culpable de la victoria de Milei es Cristina Fernández de Kirchner. Ella, por haberlo elegido, es la máxima responsable del desastre que fue para los trabajadores el gobierno de Alberto Fernández. Y fue ella, al designar a Sergio Massa como candidato, quien puso a los argentinos en la disyuntiva de elegir entre fascismo y liberalismo; dos opciones inaceptables para quienes no se reconocen como derechistas.


sábado, 18 de noviembre de 2023

 

¿DE DONDE SACARÁ MASSA LOS VOTOS?

 

En primera instancia, si se analizan los números de la primera vuelta, el ganador debería ser Milei. La suma de votos del candidato de La Libertad Avanza y Patricia Bullrich da 53.8%. No obstante, a pesar de que se puede dar por hecho que gran parte de quienes votaron a la candidata de Juntos por el Cambio, lo harán por Milei, no todos los votos se transferirían mecánicamente. No solo diversos estudios así lo confirman, sino que la posición asumida oficialmente por el Partido Radical así lo indica. La decisión de no apoyar a ninguno de los dos candidatos, sumado al llamado de importantes dirigentes a votar por Massa -como el caso del presidente del partido, que dejó en claro que iba a respaldar al representante de Unión por la Patria-, ponen en duda ese 53.8%.

Casi con seguridad el candidato de La Libertad Avanza cuenta con un 46.86% del electorado, que es la suma del 29.86% de los votos conseguidos por Milei y los 16.81% de Bullrich en las PASO. Habría que ver cuántos votos de esta última podrían llegar a perderse en esta sumatoria, pero debería ser una porción marginal. Por tanto, es solo un pequeño margen el que separa a la ultraderecha de la mayoría. Menos de un 4%. Milei puede encontrar estos votos que les falta en el electorado de los candidatos que quedaron por el camino.

Si bien resulta imposible que todo el 11,19% que optó por Larreta en las primarias se incline por él -si no lo hicieron por la candidata de su partido en octubre, difícilmente lo hagan por una opción aún más extrema-, no obstante, debería captar la mayoría (no la totalidad) del 7% que, si votó a Bullrich, lo que lo dejaría muy cerca de la mayoría. De todas maneras, hay que recordar que Larreta no llamó a votar por Milei.

Más incierto es intentar dilucidar lo que pasará con los votos de Schiaretti. El cordobés casi duplicó su apoyo de una elección a la otra, pasó de 3.71% a 6.73%. Un 3.02% que se parece mucho al caudal de electores de Larreta que no aceptaron darle su confianza a Bullrich. Si eso es cierto, con seguridad habría que descartar que Milei logre captar algo dentro de este segmento. Por lo que el candidato de La Libertad Avanza solo podría acceder al universo de argentinos que eligieron a Schiaretti en las PASO.

En lo que respecta a este caudal de votos, hay que decir que, a priori, difícilmente la mayoría puedan trasladarse a Sergio Massa. El cordobés representa la disidencia peronista, si Massa -una candidatura de derecha que pretendía incorporar a los sectores justicialistas anti kirchneristas- no pudo unificar posiciones con el gobernador de Córdova, nada hace pensar que pueda hacerse con su electorado ahora en segunda vuelta.

A propósito de Massa, en principio, habría que decir que, en situaciones normales, no contaría con ninguna chance de ser elegido. Para los oficialismos, el factor determinante en una elección es su gestión de gobierno, y la administración de Alberto Fernández es un desastre que ha condenado al 40% de los argentinos a la pobreza. El veredicto popular sobre este desempeño es claro, el 36.78% conseguido por el actual ministro de economía es el peor de la historia del peronismo desde su primera elección en 1946. Y eso que presentó solo dos candidaturas. En 2019, Fernández y Lavagna (que declaró su apoyo a Massa) consiguieron en total 54.38 %. De ahí para atrás, siempre hubo un total de tres opciones dentro del peronismo: en 2015 todas sumaron 60.83 %, en 2011 67.93 %, en 2007 54.32 % y en 2003 60.81 %. En las de este año, Massa y Schiaretti alcanzaron un 43.51%.

Si el representante de Unión por la Patria llegase a captar todos estos votantes, aun quedaría a algo menos de 7% de la victoria. Además de las razones ya mencionadas para pensar que no todos los que votaron al cordobés votaran al ex intendente de Tigre, hay que decir que en 2015 el candidato peronista que paso al ballotage solo cosechó 48.66 %, quedando a 12.17% de la sumatoria de todos los candidatos peronistas en primera vuelta.

Del resto de los candidatos que se presentaron en octubre, Massa podría llegar a captar los 2.70% obtenidos por la izquierda. Así y todo, en el improbable escenario de que todo este caudal pase al peronista, alcanzaría el 46.21%. ¿Podrá captar lo suficiente para alcanzar la mayoría dentro del 7% de larretistas que votaron a Bullrich en octubre? Difícil. Los números a Massa no le cierran por ningún lado.

 Sin embargo, a pesar de todo esto, el actual ministro de economía todavía mantiene posibilidades ciertas de transformarse en el nuevo presidente de Argentina. Y la razón es que enfrente se encuentra Milei, un payaso fascista impresentable. De hecho, casi con seguridad, el crecimiento de Unión por la Patria haya sido en gran parte producto del miedo del electorado a Milei (y a Bullrich). El oficialismo pasó del 27.28% en las primarias, al 36.78%, ganando 3.134.450 votos. En comparación, Milei sumó 682.746 más, la candidata de Juntos por el Cambio perdió 516.918 votantes de Larreta y Schiaretti aumentó 887.256. Resulta claro que quien más se benefició de los grandes cambios generados en el escenario electoral por las PASO fue Massa.

Además de la fuerte campaña de miedo contra la candidatura de Milei, la grosera utilización el de la política social del gobierno también aportó para que, probablemente, Massa se quedara con la mayoría de los votos de los partidos que quedaron afuera de la primera ronda, así como el de los nuevos votantes. Si en las elecciones internas el acudió un 70.43% de los habilitados a las urnas, en octubre lo hizo 77.04%. Entre el aumento de la participación y la disminución de votos en blanco y nulos, se sumaron 2.999.093 más votos entre una elección y otra.

Las posibilidades de Massa parecen limitarse a dos escenarios. O bien, a lo conseguido en primera vuelta le suma todo el voto de Bregman en octubre y a quienes votaron a Schiaretti y Larreta en las PASO, lo cual lo posicionaría, aproximadamente, con 14.246.740 contra 11.491.810 de la sumatoria conseguida por Bullrich y Milei en la misma instancia. Además de lo complejo que resulta sumar votos de distintas elecciones -ya que puede ser que todo el trasvase de votos de Larreta a Massa que se intenta calcular ya se haya dado-, como se dijo anteriormente, resulta bastante improbable que el candidato de Unión por la Patria logre captar la totalidad de los electores de Schiaretti y Larreta.

El otro escenario sería que Milei logre más o menos retener sus electores y los de Juntos por el Cambio, es decir, algo así como 14.414.031 votos. En el caso de que Massa pudiese retener el voto de Schiaretti y Bregman, alcanzaría los 12.377.621. Por lo que, para ganar, Unión por la Patria precisaría que 2.036.392 de argentinos que no fueron a votar en octubre, lo hagan ahora en noviembre. Esto implicaría que casi el 83% de los argentinos habilitados concurriesen a las urnas. Teniendo en cuenta que en las últimas dos presidenciales la participación se movió entre el 80.77% y el 81.33%, y que hay que irse hasta las de 1999 para superar el 82%, las posibilidades de Massa en este escenario hipotético también parecen complicadas. Porque además precisa que este aumento se vuelque exclusivamente hacia su candidatura. Pero, así y todo, no es imposible que se transforme en el próximo presidente de la Argentina. En Estados Unidos la participación subió un 11.2% para que Biden le ganara a otro payaso fascista en 2020. Claro, que esto sucedió después de que Trump gobernara 4 años.

 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

 

ESTADOS UNIDOS LE ESTA GANANDO LA GUERRA A RUSIA III

EL INICIO DE LA GUERRA DE ESTADOS UNIDOS CONTRA RUSIA II

Por más ilegitima y criminal que haya sido la imposición de regímenes vasallos por parte de la URSS en sus países vecinos, resulta difícil negar el carácter defensivo de esta política. Incluso cuando esta conducta imperialista no tuvo ese cometido, como en Turquía e Irán, tampoco se puede pasar por alto que se trata de territorios cercanos a las fronteras del gigante eslavo. Pero si estas razones no justifican el accionar del Kremlin en la región, mucho menos pueden explicar la presencia del ejército estadounidense, tan lejos de sus costas. Es innegable que las posiciones norteamericanas en la zona forman una avanzada contra los eslavos. No bien terminada la segunda guerra mundial, este indisimulado ataque contra la soberanía rusa, tuvo como una de sus bazas principales la bomba atómica.

El 14 de junio de 1946 Estados Unidos presentó en la ONU su plan para el control internacional de las armas atómicas, el cual incluía inspecciones y otros detalles que sin dudas los soviéticos rechazarían. Para Moscú, Estados Unidos pretendía monopolizar la producción de armas atómicas. El mensaje para los soviéticos quedo más que claro cuando los norteamericanos decidieron seguir adelante con una prueba atómica el 1 de julio en el atolón de Bikini, en las islas Marshal. En ese momento los estadounidenses ya contaban con un arsenal de bombas, plantas de fabricación en funcionamiento, bombarderos B-29 y B-36 para transportarlas y bases en la mitad del planeta desde donde estos despegarían.

Después de la segunda guerra mundial, Estados Unidos fue aumentando su arsenal atómico; pasando de trece a mediados de 1947, a las trescientas a mediados de 1950. También aumento su capacidad para utilizarlo. En 1948 se diseñó el Emergency War Plan, que proponía el uso de todo el arsenal atómico “en un solo ataque masivo” contra la URSS. El Estado Mayor Conjunto aprobó el plan a fines de año. Con ciertas reservas, Truman ratificó la decisión. En agosto de 1949 la URSS logró hacerse con la bomba atómica; el mismo año en que los comunistas lograron imponerse en China. Truman aceleró los planes para ampliar el arsenal estadounidense, y el Estado Mayor Conjunto pidió por el desarrollo de una bomba de hidrogeno.

Al mismo tiempo que cercaba a los soviéticos por el oeste, Estados Unidos movía fichas en su flanco este. Moscú observó cómo Washington reforzaba a Japón militar y económicamente, mandaba tropas a la isla y avanzaba hacia un tratado de paz sin ellos. Los generales norteamericanos advirtieron de que excluir a los rusos de dicho tratado podría provocar que atacasen Japón. Sin embargo, el 24 de junio de 1950 los soviéticos atacaron Corea del Sur, controlada por los estadounidenses. La guerra de Corea allanó el camino a la remilitarización estadounidense. Truman elevó el presupuesto de defensa de 1951, que casi duplicó el del año anterior. Este continuó creciendo hasta alcanzar los más de cincuenta mil millones de dólares en 1953 -es decir, poco más del 10% del PBI-, cuando en 1949 era de trece mil millones.  Y Corea era sólo una pieza en Asia, Estados Unidos también tenía intereses en Vietnam y Filipinas. A la par, la OTAN se transformó en una organización militar estable, con un comandante norteamericano y tropas estacionadas en Europa.

A causa de dos decisiones fundamentales de Washington, rearmar a Alemania y firmar un tratado de paz con Japón sin contar con ellos, la enemistad con los soviéticos aumentó.

Luego de la muerte de Stalin, el 5 de marzo de 1953, los nuevos dirigentes soviéticos actuaron con rapidez en pro de limar asperezas con Estados Unidos, y dieron a China y Corea instrucciones de comprometerse con la posibilidad del armisticio. El 27 de julio de 1953, dos años y diecisiete días después de iniciarse las conversaciones, China, Corea del Norte y Estados Unidos firmaron el armisticio. Sin embargo, Corea del Sur no lo hizo: por lo que, en agosto, el nuevo mandatario norteamericano, Dwight D. Eisenhower, aumentó las presiones trasladando veinte bombarderos nucleares B-36 a la base aérea de Kadena, en Okinawa, como parte de la Operación Big Stick.

El 12 de agosto de 1953 los soviéticos probaron con éxito una bomba de hidrógeno de cuatrocientos kilotones en Kazajstán, aunque mucho menos potente que la de sus rivales, Moscú recortaba distancias con Washington. Sin embargo, al mismo tiempo, eran los estadounidenses quienes se acercaban aún más a las fronteras de la URSS (esta vez por el sur). En agosto de ese mismo año, la CIA ayudó a derrocar al gobierno de Mossadeq en Irán; reinstalando en el poder al sah Reza Pahlevi -quien gobernaría 25 años junto a la Casa Blanca- en un país que compartía mil kilómetros de frontera con la URSS. Los soviéticos entendieron que, lejos de intentar recomponer las relaciones tras la muerte de Stalin, la Casa Blanca las tensionaba.

La amenaza nuclear había probado su efectividad contra los soviéticos; por lo que, en diciembre de 1954, Eisenhower ordenó el despliegue del 42% de las bombas atómicas y del 36% de las de hidrogeno en ultramar, muchas de ellas cerca de la URSS. El plan también posicionó armas nucleares en Europa occidental. En 1958 ya contaba con cerca de tres mil en el viejo continente. De hecho, el optimismo de Eisenhower por las armas nucleares, así como por su eventual uso, hizo que en su presidencia el arsenal pasara de mil a veintidós mil.

En todas estas disputas es innegable que Estados Unidos actuó como agresor y la Unión Soviética como agredida: fueron los norteamericanos quienes avanzaron sobre las fronteras de los eslavos y no al revés. Esto no justifica ni legitima el derecho que se arrogaba por aquel momento (y que se arroga ahora en Ucrania) Moscú a disponer de sus países vecinos para garantizar su propia seguridad, pero no puede ser pasado por alto a la hora de entender el conflicto entre ambas potencias. La amenaza occidental a Rusia era tan real ayer como lo es hoy, y no un invento de los eslavos. De hecho, Estados Unidos era un reconocido y abierto enemigo de la Unión Soviética, y la segunda guerra mundial solo fue un breve paréntesis (aunque no del todo) en su lucha contra los eslavos. El gobierno de Woodrow Wilson apoyo a los zaristas en la guerra civil rusa de 1918-1920 que buscaba derrocar al nuevo Estado Socialista, y junto a Francia y Gran Bretaña participó de la coalición internacional que invadió Rusia con él envío de 15.000 soldados estadounidenses. De hecho, Washington no reconocería al gobierno soviético hasta 1933.

La situación cambió con la segunda guerra mundial, aunque no del todo. Pese a que estadounidenses y soviéticos formaron alianza para combatir a Alemania, lo cierto es que Roosevelt y Churchill dejaron deliberadamente que los nazis infligieran el mayor daño posible a la Unión Soviética antes de intervenir en Europa. Cuando en 1939 Hitler invadió Checoslovaquia, el avance alemán hacia el este encendió las alarmas en Moscú. Stalin entendió que pronto le llegaría el turno a su país, por lo que hizo un llamado a Londres y Paris para conformar un bloque en defensa de Europa oriental; sin obtener respuesta. En realidad, esta no era la primera vez que lo hacía. El Kremlin llevaba años pidiendo a occidente un pacto para detener a Hitler y a Mussolini, al punto de unirse a la Sociedad de Naciones estadounidense en 1934. Sin embargo, ninguna de las potencias había accedido a adoptar medidas de seguridad conjuntas frente a los fascistas. El 22 de junio de 1941 los temores de los soviéticos se hicieron realidad, Alemania ponía en marcha la Operación Barbarroja.

Ya en septiembre de 1941 el dictador soviético reclamó la apertura de un segundo frente en Europa. Solicitó a los británicos que invadieran el norte de Francia y que enviaran veinticinco o treinta divisiones a la URSS. Sin embargo, Roosevelt optó por desembarcar en el norte de África en junio de 1942. Mientras los alemanes avanzaban hacia Stalingrado, Estados Unidos se lanzaba a la conquista del continente africano, del Mediterráneo y de Oriente próximo, que los nazis amenazaban con arrebatarle a los británicos. Luego de derrotar a las potencias del eje en esta zona, los estadounidenses desembarcaron en Europa -el 10 de julio de 1943-, pero en el sur italiano.

Para compensar el hecho de haber dejado que la URSS soportara todo el peso de la lucha contra Alemania en Europa, Washington le envió material militar a los soviéticos. Sin embargo, este recién se concretó una vez iniciada la Operación Barbarroja, y así todo, no estuvo exento de problemas. A finales de diciembre de 1941, Averell Harriman, representante de Estados Unidos ante la URSS, calculaba que su país había mandado solo una cuarta parte de lo prometido a las autoridades de la Unión Soviética; y para colmo, la mayor parte de lo enviado era defectuoso. Los suministros se fueron regularizando a lo largo del año siguiente. Al final del conflicto, de los 50 mil millones de dólares que Estados Unidos proporcionó a los Aliados en el marco de La ley de Préstamo y Arriendo, 11 mil millones fueron para la URSS. En comparación, los británicos recibieron 31 mil millones.

El 6 de junio de 1944 fue el día en que finalmente se produjo la apertura del tan esperado segundo frente. No parece para nada casual, que Washington se haya decidido a desembarcar en Francia una vez que los soviéticos pasaron a controlar gran parte de Europa central y, cuando al parecer, los alemanes ya le habían infligido todo el daño que podían infligirle. La lucha contra los alemanes en Europa ya estaba prácticamente ganada y, hasta ese momento, la Unión Soviética era casi la única responsable. Hasta la invasión de Normandía, la URSS debió hacer frente a más de doscientas divisiones enemigas; en tanto que estadounidenses y británicos tuvieron que lidiar con no más de diez. El tercer Reich perdió seis millones de hombres en el frente oriental, y aproximadamente un millón en el occidental y el Mediterráneo.

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