LA DERECHIZACION DEL FRENTE AMPLIO
La
derechización del Frente Amplio no comenzó este año. La moderación se inició lentamente en la primera mitad de los noventa, y se fue consolidando con la
alianza con el Encuentro Progresista en 1994 y con el proceso de actualización
ideológica de 1997. De esa manera, despareció del discurso toda alusión al socialismo,
la revolución, la lucha de clases, la dictadura del proletariado; y se
suprimieron de su programa la reforma agraria, la nacionalización del comercio
exterior, la estatización de la banca, el rechazo de la deuda externa y de los
organismos financieros internacionales.
El Frente pasó
de una agenda rupturista, a promover una política de acuerdos sociales, de reformas
graduales; con el objetivo (no declarado, pero poco velado) de administrar una economía
capitalista, de mercado, pero con equidad. El gobierno municipal en
Montevideo a partir de 1990 ya había dado una muestra de la nueva impronta:
incorporación de las tercerizaciones y acuerdos con el empresariado vinculado a
los servicios urbanos. El giro liberal fue público y
notorio, y a la vista de todos los militantes frenteamplistas.
Esta
transformación fue confirmada por los 15 años del conglomerado en el poder. Es
que por más que ni en los principios rectores de la propia fuerza política -ni
mucho menos en su programa de gobierno- figurase el objetivo de alcanzar
el socialismo; el Frente si se definió siempre como un Partido anti
oligárquico, representante de los intereses de los trabajadores, que se
proponía la superación del capitalismo para construir una sociedad más justa. Además,
independiente del indisimulado giro a la derecha, el FA gana las elecciones de
2004 con una consigna inequívoca y cuasi revolucionaria para los tiempos que
corren: la redistribución de la riqueza.
Nada de esto sucedió
en el tiempo que permanecieron en el Ejecutivo. No hubo una sola reforma
estructural del sistema económico, ni se tocó jamás los intereses del Capital. Lo
que sí hizo el FA, fue subir los sueldos y reducir los niveles de pobreza; algo
que sin lugar a dudas le cambió la vida a muchos uruguayos, pero que duró menos
de 15 años. Es que cuando el ciclo virtuoso de precios de las materias primas -que
había propiciado el crecimiento del PBI- se revirtió, el FA -como cualquier
partido de derecha- decretó el ajuste y los ingresos de los trabajadores
dejaron de subir y la pobreza dejo de bajar.
En 2004 el 39.9% de la población estaba en la pobreza. Al
finalizar el primer quinquenio de Tabaré Vázquez, disminuyó al 21%. En el
periodo presidido por Mujica, se redujo hasta el 9.7%. Mientras que en la
última administración frenteamplista, bajó al 8.8% de la población. Sin
embargo, no solo la reducción es mínima, sino que entre 2014 y 2016 la pobreza
se estancó –permaneciendo en 9.7% los dos primeros años, para bajar 3 décimas
en 2016-. Y pese a que al año siguiente pasó a 7.9%, subió los siguientes dos
años.
En junio de 2015, por primera vez en una administración
frenteamplista, se desindexan los salarios de la inflación. El
salario real creció un 26,9% en el primer periodo de Vázquez. En tanto que con
Mujica aumentó 19,1%. En el tercer periodo frenteamplista el alza fue tan solo
de un 7%. 2019 fue el primer y único año donde los trabajadores perdieron poder
adquisitivo en los quince años de gobiernos del Frente Amplio, un 0.27%.
La derechización
del FA en esta ultima contienda electoral, pese a su excepcionalidad, no ha
sido un quiebre, sino una continuidad. En el 2004, pese a la ya mencionada derechización
consumada de su dirigencia (incluidas las nuevas alianzas con sectores de la derecha),
la izquierda llegó al poder con el clamor del que se vayan todos y con la
esperanza de transformar para siempre el país: la gente voto al Frente no por
su moderación o su acercamiento a la derecha, sino para que cambien de verdad
las cosas, que era lo que prometía desde su fundación y con lo que había
acumulado fuerza política desde entonces.
En 2009 la
situación ya cambia notoriamente. Tras la elección de Mujica en la interna, y
ante la expectativa de un giro a la izquierda, rápidamente se hizo saber que la
economía seguiría siendo manejada por el astorismo, instalándose la idea de que
el equipo del ministro controlaría la gestión del (supuesto) sector radical del
Frente Amplio.
Cinco años
más tarde y con la vuelta de Tabaré Vázquez, el Frente se consolidaba como un
Partido tradicional más, reclamando el voto de la gente en función de la
previsibilidad que su experiencia en el gobierno garantizaba, en contraposición
del salto al vacío que representaba la candidatura del joven Lacalle Pou. En la campaña no hubo rastro
alguno de ninguna de las reivindicaciones históricas de la izquierda uruguaya,
en su lugar, apareció el Sistema de Cuidados (el llamado a ser el buque
insignia del tercer gobierno frenteamplista, aunque ni siquiera estaba
planificado que se implementase de manera sustancial en ese periodo) y la mencionada propuesta de
desindexar los salarios de la inflación, del por entonces ministro de Economía,
Mario Bergara.
Al final,
el temor al regreso de la derecha, le dio la victoria al FA en 2014. Sin
embargo, ya no fue suficiente para retener el gobierno en la siguiente
contienda. Daniel Martínez repitió la estrategia despolitizadora y
desidiologizadora llevada a cabo por Vázquez cinco años atrás; inclusive, yendo
más allá, cuando reconoció públicamente que no necesariamente cumpliría con el
programa de gobierno del FA, elemento fundamental de la agrupación, y último
bastión de la izquierda frenteamplista, dado el peso que tienen las bases
militantes en su confección. Claro que no se perdió por el
pésimo candidato presentado, sino por los ya mencionados magros resultados del
gobierno de Vázquez.
Finalizado
el boom de las materias primas, el FA debió decidir si ante el menor crecimiento
económico se metía con la renta empresarial para continuar aumentando los
ingresos de los trabajadores, o si cortaba con esta política para resguardar
los intereses del capital. Sin dudarlo, se inclinaron por esta ultima opción.
De esta
manera se llegó a las elecciones de este año. Si bien existe una continuidad en
las tácticas empleadas en las campañas anteriores, hay un quiebre fundamental,
que es la derechización desembozada del FA. Es cierto que esto fue lo que
ocurrió en su último periodo al frente del Ejecutivo; pero no se había dado en
momentos de recabar el voto de la ciudadanía. Anteriormente, en estas
instancias se buscaba ganar el centro, moderando el discurso, pero ocultando su
agenda liberal, más lesiva para su electorado.
Pero en
esta elección el Frente ha transparentado sin complejos su proyecto
abiertamente anti obrero, posicionándose en contra del plebiscito de la
seguridad social y apoyando la desindexaciónsalarial (esta vez de manera pública y en
plena campaña, y no como hizo Bergara, en una Comisión del Parlamento). Sacando
a relucir lo que antes se empeñaban en esconder, no resulta difícil hacerse una
idea de para quién gobernará el Frente Amplio. Y si quedaba alguna duda, la
designación de Oddone como ministro de Economía, las despeja por completo. El
miembro de la Consultora CPA Ferrere, es un representante orgánico del capital
uruguayo.
No se trata de negar que entre los dos candidatos del
Ballotage el representante del FA sea la mejor opción que tienen los
trabajadores, tampoco de esconder el hecho de que si el país vuelve a crecer a
tasas medianamente altas, un cuarto mandato del FA reparta las migajas que
sobran entre los más desfavorecidos (como hizo en los anteriores); pero si
tienen que quedar claro que la coalición de izquierda no solo no es la
defensora de los intereses de la clase trabajadora, sino que gran parte de su
proyecto político atenta directamente contra ella.
Es una
vergüenza y una afrenta para la izquierda la candidatura de Orsi. Una persona con
un discurso absolutamente vaciado de contenido político e ideológico. Un
demagogo. Algo esperable del mujiquismo. Lo que no es aceptable es que desde la
izquierda frenteamplista surja la opción de Carolina Cosse, a quien le cabe lo
mismo que se puede decir de Orsi (incluso, también surgió del MPP).
La
intendenta de Montevideo no camparte ninguna de las propuestas que estos
sectores podrían llegar a representar; su hipócrita y mentirosa postura sobre
el plebiscito así lo demuestra. Su candidatura solo se entiende
por la renuncia de la izquierda a dar la pelea en la interna del FA y por un
calculo electoralista, marketinero, de imagen pública; con el único objetivo de
ganar una elección. Y eso es en lo que parece haberse convertido el FA
definitivamente: en un partido que solo le interesa el poder, y que trata de
conseguirlo de la manera que sea. Es la profesionalización de la política, la
conquista del Estado como fin en si mismo y no para mejorarle la vida a la
gente.
Quizás
existan argumentos para negar que el Frente Amplio ya se haya convertido en lo
mismo que es el Partido Demócrata en Estados Unidos o los partidos socialistas
europeos, lo que si es irrefutable es que hay claros indicios de que hacia allá
se dirige. Cabe preguntarse, entonces, que tan provechoso puede llegar a ser
para el pueblo uruguayo y para la izquierda avalar esta reafirmación derechista
del FA votando por Orsi en el ballotage. A mediano y a largo plazo, al mirar lo
que sucede hoy en día en el hemisferio norte, los resultados son catastróficos.
Ciertamente, en el corto plazo puede haber un margen para la duda; aunque lo
que sucedió en Argentina con la elección de Alberto Fernández y todo lo que
vino después no resulta muy alentador. La izquierda uruguaya no debería
olvidarse de este ejemplo (tan cercano) sobre lo que implica el voto útil o
votar al menos peor.