lunes, 30 de octubre de 2023

 

ESTADOS UNIDOS LE ESTA GANANDO LA GUERRA A RUSIA (I) 


RESIGNIFICANDO EL CONFLICTO

La guerra ruso-ucraniana es más bien una guerra entre Estados Unidos y Rusia. Y es, tan solo, una nueva fase de la lucha estadounidense contra los eslavos. Washington viene combatiendo los rusos desde el fin de la segunda guerra mundial, sometiéndolos a través de una guerra larga, de desgaste y por medio de otros países. Moscú esta perdiendo esta guerra, su zona de influencia en Europa del este (ya sea como la URSS o como Rusia) ha sido totalmente cooptada por los estadounidenses. Estos últimos, entienden que la manera de ganarle la contienda a los rusos no es la conquista total de su territorio (algo casi imposible), sino ir arrebatándole pacientemente pequeñas parcelas, sometiéndolos a un acoso constante que los vaya desgastando de a poco.

Poca cosa puede hacer Moscú ante el poderío económico y militar de Estados Unidos y sus aliados. Y esto también se aplica para el caso del actual conflicto. Rusia no esta ganando la guerra contra Ucrania y es muy probable que no pueda ganarla. Para hacerlo, debería retomar el control de todo el territorio ucraniano, algo que parece bastante imposible. Recordemos que Moscú dominaba toda Ucrania antes de que Estados Unidos se la arrebatara con el golpe de Estado de 2014. La recuperación de una parte del territorio ucraniano por parte del Kremlin no puede ser considerada de ninguna manera como una victoria de Rusia. Sería absurdo pensar que los estrategas del Pentágono no calcularan esta posibilidad como parte de la respuesta de los eslavos, y que no hayan planificado la guerra en función de esta.

En el caso de que Moscú lograse consolidar su poder en las regiones ucranianas anexadas o incluso llegase a dominar todo el este ucraniano, los estadounidenses todavía contralarían una parte de Ucrania (de la que no disponían antes de 2014) y estarían mas cerca de las fronteras de Rusia de lo que estaban antes de 2014. Desde esa posición, Washington podría continuar su asedio, obligando a los rusos a dilapidar recursos en una guerra (fría) interminable. Es a los estadounidenses a quienes les conviene un conflicto largo, de hecho, Moscú hizo todo lo posible por evitar cualquier tipo de confrontación con la OTAN.

La guerra nunca fue una primera opción para Rusia, por lo que difícilmente pueda ganar algo a partir de ella. Y en caso de hacerlo, será pagando un costo tan alto que relativizará cualquier victoria, como sucedió en la segunda guerra mundial. En cambio, Estados Unidos la buscaba casi indisimuladamente: sabía muy bien cuales serían las consecuencias de meterse en Ucrania, considerada una línea roja para Rusia. Por más que las autoridades de Washington digan otra cosa, el escenario actual en Ucrania -aun cuando el panorama continuará variando- se ajusta perfectamente a los objetivos estadounidenses.

 

LAS FUERZAS EN DISPUTA

El aparato de propaganda de ambos bandos, con el objetivo de convencer a sus pueblos que son ellos quienes controlan la iniciativa en el campo de batalla, deforma hasta los elementos más evidentes que hacen a la realidad del conflicto bélico. La verdad es que Ucrania no tiene ninguna opción de vencer a Rusia, así como esta última no tiene oportunidad alguna ante una declaración de guerra de Estados Unidos y sus aliados. La razón de esto es muy simple, la abismal diferencia de tamaño y recursos de cada bando, reflejada por los presupuestos militares de estos.

En 2021 los rusos contaban con un presupuesto militar de US$65.907 millones, en tanto que el de los ucranianos apenas alcanzaba los US$5.942 millones. Por su parte, Washington gastó el mismo año US$ 806.230 millones. A esto hay que sumar el poderío del resto de socios de la Alianza Atlántica. Solo limitando el análisis a los miembros más importantes, hay que decir que el Reino Unido gastó US$67.500 millones, Francia US$56.647, Alemania US$56.513 e Italia US$36.249 millones.

Ante esto, Rusia no tiene nada que hacer, tiene todas las de perder. Es que, a pesar de las bravuconadas de la propaganda rusa, el poderío armamentístico de los norteamericanos y de sus aliados es totalmente superior en calidad y cantidad al de los rusos. Porque si bien es cierto que esta superioridad no tiene por qué traducirse automáticamente en una supremacía en el campo de batalla, no deben ser muchas las oportunidades a lo largo de la historia en que un ejército inferior logro anteponerse a una fuerza superior.

La realidad es que el ejército ruso, casi con seguridad, avanzara en territorio ucraniano hasta que alcance sus objetivos, y que las fuerzas ucranianas entablaran una feroz resistencia que ralentizara esta progresión; sin embargo, tarde o temprano (aunque este no es un detalle menor) se verán sobrepasadas.

Pero este escenario de catástrofe y derrota para Kiev, que resulta bastante claro y obvio, no dice nada sobre el éxito y fracaso de los objetivos de Washington, el verdadero antagonista de Rusia en esta guerra. Los términos del enfrentamiento entre ambas potencias no tienen nada que ver con los que aplican si se limita el conflicto entre ambos países eslavos. Puede ser, que cuando terminen las hostilidades, Estados Unidos cante victoria frente a Rusia, pero seguramente esta no será extensiva a Kiev si se logra gracias a la consigna de luchar hasta el último ucraniano.

 

LOS OBJETIVOS DE ESTADOS UNIDOS

En este punto es necesario dar cuenta de que se entiende cuando se habla de un triunfo estadounidense. Seguramente se debería descartar de plano que una hipotética derrota de Rusia implique para los estrategas del Pentágono, la conquista de todo su territorio. Es casi imposible que esto suceda en el corto, mediano y hasta largo plazo; simplemente por la vastedad de la extensión del país más grande del mundo. La historia prueba de que países económicamente muy superiores a los eslavos -como Francia y Alemania- fracasaron estrepitosamente en este objetivo. Sin embargo, Rusia puede ser derrotada, de hecho, ya lo ha sido anteriormente; por lo que, un desenlace de este tipo implica otros escenarios y consideraciones.

Algo de esto sucedió en la segunda guerra mundial. Si bien los rusos lograron vencer a Alemania, esto se saldó con una completa destrucción de su economía. De las más de 60 millones de personas que perdieron la vida en la segunda guerra mundial, más de 20 millones correspondieron a la Unión Soviética. Para establecer un paralelismo, las bajas alemanas fueron de 5,5 millones. Esto significa que la URSS perdió a entre el 10% y el 20% de su población, mientras que los germanos y el resto de las potencias perdedoras entre un 4% y un 6%. En 1945, además de una población diezmada; su economía agrícola estaba en ruinas, así como su sector industrial, que tanto había costado levantar en el periodo de entreguerras. Al finalizar la contienda, el 25% de los activos de capital de la URSS habían sido destruidos. Para entender esta magnitud, Alemania perdió el 13% e Italia el 8%. Un tercio del territorio soviético, incluidos dos tercios de su base industrial fueron arrasadas por los alemanes.

Lo más probable es que en Washington hayan aprendido de los fracasos de Napoleón y de Hitler, y circunscriban sus objetivos para derrotar a Moscú en la partición del gigante país. Básicamente, la estrategia seria ir arrebatándole pacientemente pequeños territorios de su soberanía. De ser esta la estrategia elegida por la Casa Blanca para vencer al gigante euroasiático, habría que decir que la avanzada norteamericana hace rato que está en marcha. Estados Unidos viene haciéndose con el control de territorios que antes dominaba el Kremlin -ya sea bajo el imperio ruso o la Unión Soviética- desde 1990, cuando la Unión de Repúblicas Socialistas se vino abajo. Desde hace más de 30 años, Washington viene corriendo la línea que dividía el continente europeo entre occidente y oriente -desde aquella de fines de la segunda guerra mundial que discurría por Berlín, Republica Checa y Hungría, hasta llegar a Bulgaria- hacia el este, hasta llegar a las fronteras mismas de Rusia.

Ahora, bajo las sucesivas ampliaciones de la OTAN, la Casa Blanca gobierna (además del oeste europeo y parte del norte) los territorios de Alemania (en su totalidad), Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Rumania, Albania (controlados por la URSS bajo la alianza del Pacto de Varsovia), Letonia, Lituania, Estonia (parte de la URSS), Eslovenia, Croacia, Montenegro, Macedonia del Norte, Finlandia y Suecia. Desde esta perspectiva, la guerra emprendida por los estadounidenses contra los rusos no solo empezó hace décadas, sino que la están ganando los primeros de forma inapelable. Además, es una guerra particular: que se maneja con parámetros temporales extensos, diseñada para desgastar al adversario y combatida más que nada por delegación. Es decir, una guerra fría. De hecho, si bien comenzó a ocupar territorios de su antiguo enemigo a partir de 1990, Estados Unidos comenzó a combatir a la URSS no bien finalizada la segunda guerra mundial. Los soviéticos estaban dispuestos a establecer una asociación de paz con los norteamericanos, pero fueron estos los que la rechazaron; Washington comenzó deliberadamente la guerra fría. Y lo hizo con el objetivo de ganar influencia en Europa del este y, posteriormente, de horadar el poder soviético en esta zona.

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