¿QUÉ CAMBIÓ EN ESTA ELECCIÓN?
Los votos en blanco pasaron de 32.356 (1.32%) en la primera vuelta a 39.542 (1.62%) en el ballotage. En tanto que los votos anulados
crecieron de 52.750 (2.15%) a 64.654 (2.65%). A su vez, la participación
disminuyó levemente: desde los 2.443.801 (89.61%) en octubre a los 2.436.780 (89.35%)
en noviembre. Lo que significa un incremento de 26.111 personas que decidieron
no optar por ninguno de los candidatos entre ambas instancias.
Sin embargo, este aumento no alcanza a cubrir a las 34.383
que en la primera vuelta habían votado únicamente por los plebiscitos; por lo
que, cabría suponer, que 8.272 (un 24.05%) de estos, al final se decantaron por
una de las dos fórmulas. Esto significa que, por primera vez desde que se
implementó el ballotage, una parte de quienes no eligieron a ningún candidato
en octubre, si lo hicieron en noviembre.
Teniendo en cuenta que los blancos, anulados y la abstención
mantuvo su tendencia histórica a aumentar entre ambas vueltas -y que es de
suponer que quienes no los sedujo ninguno de los 11 candidatos iniciales, menos
lo hicieran una de las dos fórmulas que pasaron al ballotage-, es altamente
probable que estos 8.272 provengan de quienes al menos se manifestaron por
algunas de las opciones que había en juego en estas elecciones (los
plebiscitos).
Bajo esta misma lógica, todos los votos perdidos por la
derecha habrían ido a parar al Frente Amplio, al igual que los de los partidos
menores por fuera de este espectro. Lo cual también seria inédito. Si bien los
votos perdidos por la derecha, así como los que conquistó el Frente
provenientes de este espacio y del resto los partidos menores, se encuentran
dentro de los rangos históricos; lo que nunca había pasado es que captaran, al
mismo tiempo, el 100% de estos (a pesar de que en 2019 se habían acercado
bastante).
En 1999 el FA consiguió entre el 94.38% y el 100% de estas
agrupaciones menores. En tanto que habría sido capaz de recolectar entre un
77.23% y un 93.49% de los electores perdidos por la derecha entre octubre y
noviembre (el resto engrosaría los votos blancos o nulos, o bien, se habría
abstenido). En 2009 fue entre un 33.84% y un 100% en el primer caso; y entre un
28.88% y un 99.52% en el segundo. En 2014 entre un 20.24% y un 88.54%; y entre
un 0% y un 100%. Mientras que en 2019, lo dicho, el Frente se habría hecho con
entre el 95.79% y el 100% de los partidos menores; y entre el 97.49% y el 100%
de los que votaron por uno de los partidos de derecha en primera vuelta pero
decidieron no hacerlo por la formula Lacalle-Argimón.
Este año, la Coalición Republicana (más el Partido
Por Los Cambios Necesarios y Avanzar Republicano) pasaron de 1.167.142
(47.76%) a 1.119.537 (45.94%), por lo que perdieron 47.605 votos.
Esto significa que, como viene sucediendo desde que se implementó el ballotage,
no pudieron retener a todo el electorado de derecha. En esta ocasión, la
perdida fue del 4.07%. Algo que, no obstante, representa una mejora con
respecto a las tres últimas elecciones, cuando habían perdido el 9.57% en
2019, un 7.95% en 2014 y 6.37% en 2009.
De hecho, es la menor sangría desde 1999, cuando tan solo se les
escapó el 2.46% de los votos. Es decir, la Coalición no salvó a la derecha,
pero si le sirvió para detener una tendencia creciente y contener de mejor
manera a su electorado. A priori, parece claro que es un mecanismo útil para
consolidar el espacio derechista. También para ampliarlo, ya que este año
(47.55% y 45.94% en el ballotage) y en 2019 (54.05% y 48.07%) -año en que esta
alianza ya existía de hecho y que, a pesar de que fue cuando más votos perdió,
consiguió el gobierno- fueron los mejores resultados de la derecha en lo que va
del siglo (salvo en la primera ronda de 2009, cuando alcanzaron el 46.09%). Por
supuesto, que esto no le hará ganar las elecciones -siempre es la gestión el
factor más determinante- pero la ayudará; tal como sucede con el Frente Amplio.
Parece que el aumentó en la oferta de partidos es clave para que
la derecha pueda captar una parte más importante del espectro (3 en 1999, 4 en 2004,
2 en 2009 y 2014, 5 en 2019 y 7 en 2024), pero a
la hora de retener los votos en una segunda vuelta, queda claro que las
identidades partidarias todavía pesan y que todavía una pequeña minoría (decisiva,
sin embargo, para ganar una elección) prefiere votar al FA que a otro partido
de derecha.
Tampoco se puede soslayar que esta menor fuga de votos -al igual
que en 1999- se da con los partidos tradicionales en el poder. En la próxima elección,
se verá si fue este factor, y no la ampliación de partidos y el proceso de
confluencia, el elemento más determinante para la retención de votos. Por último,
en las elecciones del 99 fue la formula colorada la que pasó al ballotage;
puede que los integrantes de este partido sean mas reacios a apoyar un
candidato nacionalista, que en el caso inverso (algo que difícilmente se pueda
comprobar en cinco años).
El FA, por su parte, pasó de los 1.071.826
votos (43.85%) en octubre a los 1.212.833 (49.77%) con que ganó la segunda
vuelta. Un incremento de 141.007. Para llegar a esta cifra, el Frente debió
captar el 100% de los partidos menores por fuera del espacio derechista; es
decir los 65.796 (2.69%) de Identidad Soberana, los 10.102 (0.41%) de Unidad
Popular y los 9.281 votos (0.38%) del Partido Ecologista Radical Intransigente,
los cuales suman 85.179. También la totalidad de los votos perdidos por la
Coalición, los ya mencionados 47.605. Además de los 8.272 que no habían
elegido a ningún candidato en la primera vuelta, pero si lo hicieron en el
ballotage -los cuales, presumiblemente, provienen de los que solo votaron el
plebiscito de la seguridad social en octubre-. Una sumatoria que da 141.056
votos.