GUERRA CONTRA ISRAEL: OTRA DERROTA DE IRÁN (VII)
ATAQUE ESTADOUNIDENSE A INSTALACIONES NUCLEARES IRANÍES (II)
El mismo día del ataque, el 22 de junio, Maxar publicó imágenes de Fordo. Las fotos muestran varios cráteres (se observan al menos
seis)
formados por explosiones y también
cavidades subterráneas que antes permanecían ocultas dentro del cerro y
terminaron expuestas después del bombardeo; lo cual sugiere que los bombardeos habrían
logrado penetrar estructuras subterráneas clave, y haber infligido un daño
considerable al complejo.
Anteriormente, Planet Labs ya había publicado imágenes que
parecían revelar entradas de túneles parcialmente cubiertas con tierra y lo que
parecían ser cráteres.
En Natanz, en tanto, las tomas satelitales de Maxar revelaron un cráter de aproximadamente 5,5 metros de diámetro sobre parte de las
instalaciones subterráneas.
Mientras que en Isfahán, se podían apreciar grandes marcas
negras de quemaduras, así como múltiples edificios derrumbados y escombros por
todo el complejo.
Finalmente, el misterio entorno al paradero y al estado uranio
enriquecido de los persas, fue revelado el 11 de septiembre por su ministro de exteriores.
Araghchi contó en una entrevista con medios locales, que este se encuentra bajo
los escombros de las instalaciones nucleares bombardeadas por Estados Unidos e
Israel; y que la OIEA estaba evaluando si se podía acceder a él.
Se sabía, por declaraciones de la OIEA, que los tres sitios
atacados por Estados Unidos contenían material nuclear en forma de uranio
enriquecido a diferentes niveles.
El periodista Seymour Hersh, había señalado anteriormente,
que el ataque al complejo nuclear subterráneo de Fordo no habría tenido como
principal objetivo destruir directamente el material nuclear ni las
centrifugadoras, sino más bien, haber colapsar las entradas y ductos de
ventilación, dejándolos inaccesibles. Hersh explicó que incluso las más
poderosas bombas anti búnker estadounidenses no podían alcanzar las
profundidades fortificadas de Fordo, por lo que optaron por sepultar el
complejo bajo escombros.
Dos funcionarios de la Agencia de Reducción de Amenazas de
Defensa de EEUU -la encargada de fabricar las Massive Ordnance Penetrator (MOP GBU-57) que se usaron para atacar las
instalaciones nucleares persas- le habían comentado a AP, bajo condición de
anonimato, que aún desconocían si las municiones habían alcanzado las
profundidades para las que fueron diseñadas.
La MOP GBU-57 es la mayor bomba
no nuclear de EEUU. Diseñada específicamente para derrumbar las montañas que
protegen algunas de las instalaciones nucleares más profundas de Irán y Corea
del Norte, posee un alcance de penetración de más de 60 metros antes de explotar.
Sin embargo, se cree que Fordo se encuentra enterrada a 80
o 90 metros bajo tierra.
No obstante, Estados Unidos lanzó doce GBU-57 sobre Fordo y dos sobre Natanz, lo
cual aumenta las chances de alcanzar las instalaciones.
Hersh aseguró que el éxito de la operación fue ponderado en
Washington luego de que “los sensores estadounidenses no detectaron aumento de
radiación atmosférica”, lo que implicaría que el uranio permanecía intacto,
aunque inalcanzable para los iranies.
Justamente, la OIEA señaló que los ataques habrían causado
liberaciones radiactivas localizadas dentro de las instalaciones impactadas y
efectos tóxicos localizados, pero que Irán le había comunicado que no había
registrado ningún aumento en los niveles de radiación fuera de las
instalaciones en los tres sitios.
A pesar de las declaraciones de Araghchi, no se puede
descartar que Irán haya traslado su uranio a otros emplazamientos no revelados.
Sin embargo, la opinión recabada por la prensa estadounidense entre
funcionarios de Tel Aviv y de Washington -antes de confirmación del canciller
iraní- no se inclinaban en este sentido.
Las fuentes consultadas en aquel momento, estaban
convencidas, no solo de que el material
estaba almacenado en los tres sitios atacados por Estados Unidos, sino que había
quedado sepultado bajo sus escombros.
Un alto funcionario israelí le comentó bajo condición de
anonimato a AP que en su gobierno creían que gran parte del uranio enriquecido
iraní se encontraba enterrado a gran profundidad en Isfahán (donde se
almacenaba gran parte de este antes de la guerra).
El alto cargo agregó que este podría ser recuperado en Isfahán en por los iraníes,
pero requeriría de un gran esfuerzo.
El New York Times también tuvo acceso a un alto funcionario
israelí. Este les traslado su escaza preocupación por las reservas de uranio
enriquecido al 60% que habrían sobrevivido al ataque, ya que cualquier intento
por recuperarlo sería casi con seguridad detectado y habría tiempo para atacar
de nuevo. Según el diario, funcionarios de inteligencia occidentales
confirmaron la evaluación israelí; y agregaron que también creían que gran
parte de las reservas estaban bajo los escombros del laboratorio nuclear iraní
en Isfahán.
En cuanto al comentado posible traslado del uranio
enriquecido de Isfahán, el funcionario israelí le dijo al New York Times que no
se movió nada, porque el almacén de Isfahán se construyó a tal profundidad para
que ni siquiera las armas estadounidenses más potentes pudieran destruirlo.
Pero el ataque destruyó muchas entradas haciéndolo inaccesible para los iranies.
Según el Times, el diseño de Fordo presentaba una
vulnerabilidad clave en sus conductos de ventilación, los cuales se adentraban
en la planta. Los estadounidenses golpearon con sus bombas de 13.600 kilos
dichos conductos, lo que les permitió acercarse más a las salas de control y a las
salas de enriquecimiento que si tuvieran que atravesar la roca.
Estadounidenses e israelíes entienden que todas las
centrifugadoras en funcionamiento en Natanz y Fordo -unas 18.000 máquinas-
resultaron dañadas o destruidas, probablemente de manera irreparable.
Lo que no saben los funcionarios occidentales consultadospor el Times es cuánto tiempo le llevará a Irán recuperar las capacidades perdidas.
Según este diario, en los años previos a los ataques, Irán había estado
excavando dos instalaciones nucleares subterráneas, una cerca de los
laboratorios de Isfahán y otra en Natanz. Y aunque ninguna de ellas fue objeto
de los ataques, implicaría una ardua tarea prepararlas para que asuman las
funciones de las dos instalaciones de enriquecimiento bombardeadas.
Para empezar, Irán tendría que reemplazar las más de 18.000
centrifugadoras mencionadas que se cree que fueron destruidas o inutilizadas; y
no se sabe cuántas centrifugadoras nuevas podrían producir los talleres del
país persa.
Si bien el programa nuclear iraní no fue liquidado -como
aseguró falsamente el presidente de Estados Unidos-, si ha quedado gravemente dañado.
Los persas se encuentran en una posición sumamente precaria. Cualquier intento
de rehabilitación que no sea del agrado de Tel Aviv o de Washington, generara,
muy probablemente, nuevos ataques. En lo que a esto respecta, la república
islámica haría bien en tomarse las amenazas de Trump muy seriamente.