jueves, 16 de octubre de 2025

 

GUERRA CONTRA ISRAEL: OTRA DERROTA DE IRÁN (VII)

 

ATAQUE ESTADOUNIDENSE A INSTALACIONES NUCLEARES IRANÍES (II)

El mismo día del ataque, el 22 de junio, Maxar publicó imágenes de Fordo. Las fotos muestran varios cráteres (se observan al menos seis)  formados por explosiones y también cavidades subterráneas que antes permanecían ocultas dentro del cerro y terminaron expuestas después del bombardeo; lo cual sugiere que los bombardeos habrían logrado penetrar estructuras subterráneas clave, y haber infligido un daño considerable al complejo.

Anteriormente, Planet Labs ya había publicado imágenes que parecían revelar entradas de túneles parcialmente cubiertas con tierra y lo que parecían ser cráteres.

En Natanz, en tanto, las tomas satelitales de Maxar revelaron un cráter de aproximadamente 5,5 metros de diámetro sobre parte de las instalaciones subterráneas.

Mientras que en Isfahán, se podían apreciar grandes marcas negras de quemaduras, así como múltiples edificios derrumbados y escombros por todo el complejo.  

Finalmente, el misterio entorno al paradero y al estado uranio enriquecido de los persas, fue revelado el 11 de septiembre por su ministro de exteriores. Araghchi contó en una entrevista con medios locales, que este se encuentra bajo los escombros de las instalaciones nucleares bombardeadas por Estados Unidos e Israel; y que la OIEA estaba evaluando si se podía acceder a él.  

Se sabía, por declaraciones de la OIEA, que los tres sitios atacados por Estados Unidos contenían material nuclear en forma de uranio enriquecido a diferentes niveles.

El periodista Seymour Hersh, había señalado anteriormente, que el ataque al complejo nuclear subterráneo de Fordo no habría tenido como principal objetivo destruir directamente el material nuclear ni las centrifugadoras, sino más bien, haber colapsar las entradas y ductos de ventilación, dejándolos inaccesibles. Hersh explicó que incluso las más poderosas bombas anti búnker estadounidenses no podían alcanzar las profundidades fortificadas de Fordo, por lo que optaron por sepultar el complejo bajo escombros. 

Dos funcionarios de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa de EEUU -la encargada de fabricar las Massive Ordnance Penetrator (MOP GBU-57) que se usaron para atacar las instalaciones nucleares persas- le habían comentado a AP, bajo condición de anonimato, que aún desconocían si las municiones habían alcanzado las profundidades para las que fueron diseñadas.

La MOP GBU-57 es la mayor bomba no nuclear de EEUU. Diseñada específicamente para derrumbar las montañas que protegen algunas de las instalaciones nucleares más profundas de Irán y Corea del Norte, posee un alcance de penetración de más de 60 metros antes de explotar. 

Sin embargo, se cree que Fordo se encuentra enterrada a 80 o 90 metros bajo tierra. No obstante, Estados Unidos lanzó doce GBU-57 sobre Fordo y dos sobre Natanz, lo cual aumenta las chances de alcanzar las instalaciones.    

Hersh aseguró que el éxito de la operación fue ponderado en Washington luego de que “los sensores estadounidenses no detectaron aumento de radiación atmosférica”, lo que implicaría que el uranio permanecía intacto, aunque inalcanzable para los iranies.

Justamente, la OIEA señaló que los ataques habrían causado liberaciones radiactivas localizadas dentro de las instalaciones impactadas y efectos tóxicos localizados, pero que Irán le había comunicado que no había registrado ningún aumento en los niveles de radiación fuera de las instalaciones en los tres sitios.

A pesar de las declaraciones de Araghchi, no se puede descartar que Irán haya traslado su uranio a otros emplazamientos no revelados. Sin embargo, la opinión recabada por la prensa estadounidense entre funcionarios de Tel Aviv y de Washington -antes de confirmación del canciller iraní- no se inclinaban en este sentido.

Las fuentes consultadas en aquel momento, estaban convencidas, no solo  de que el material estaba almacenado en los tres sitios atacados por Estados Unidos, sino que había quedado sepultado bajo sus escombros.

Un alto funcionario israelí le comentó bajo condición de anonimato a AP que en su gobierno creían que gran parte del uranio enriquecido iraní se encontraba enterrado a gran profundidad en Isfahán (donde se almacenaba gran parte de este antes de la guerra). El alto cargo agregó que este podría ser recuperado en Isfahán en por los iraníes, pero requeriría de un gran esfuerzo.

El New York Times también tuvo acceso a un alto funcionario israelí. Este les traslado su escaza preocupación por las reservas de uranio enriquecido al 60% que habrían sobrevivido al ataque, ya que cualquier intento por recuperarlo sería casi con seguridad detectado y habría tiempo para atacar de nuevo. Según el diario, funcionarios de inteligencia occidentales confirmaron la evaluación israelí; y agregaron que también creían que gran parte de las reservas estaban bajo los escombros del laboratorio nuclear iraní en Isfahán.

En cuanto al comentado posible traslado del uranio enriquecido de Isfahán, el funcionario israelí le dijo al New York Times que no se movió nada, porque el almacén de Isfahán se construyó a tal profundidad para que ni siquiera las armas estadounidenses más potentes pudieran destruirlo. Pero el ataque destruyó muchas entradas haciéndolo inaccesible para los iranies.

Según el Times, el diseño de Fordo presentaba una vulnerabilidad clave en sus conductos de ventilación, los cuales se adentraban en la planta. Los estadounidenses golpearon con sus bombas de 13.600 kilos dichos conductos, lo que les permitió acercarse más a las salas de control y a las salas de enriquecimiento que si tuvieran que atravesar la roca.

Estadounidenses e israelíes entienden que todas las centrifugadoras en funcionamiento en Natanz y Fordo -unas 18.000 máquinas- resultaron dañadas o destruidas, probablemente de manera irreparable.

Lo que no saben los funcionarios occidentales consultadospor el Times es cuánto tiempo le llevará a Irán recuperar las capacidades perdidas. Según este diario, en los años previos a los ataques, Irán había estado excavando dos instalaciones nucleares subterráneas, una cerca de los laboratorios de Isfahán y otra en Natanz. Y aunque ninguna de ellas fue objeto de los ataques, implicaría una ardua tarea prepararlas para que asuman las funciones de las dos instalaciones de enriquecimiento bombardeadas.

Para empezar, Irán tendría que reemplazar las más de 18.000 centrifugadoras mencionadas que se cree que fueron destruidas o inutilizadas; y no se sabe cuántas centrifugadoras nuevas podrían producir los talleres del país persa.

Si bien el programa nuclear iraní no fue liquidado -como aseguró falsamente el presidente de Estados Unidos-, si ha quedado gravemente dañado. Los persas se encuentran en una posición sumamente precaria. Cualquier intento de rehabilitación que no sea del agrado de Tel Aviv o de Washington, generara, muy probablemente, nuevos ataques. En lo que a esto respecta, la república islámica haría bien en tomarse las amenazas de Trump muy seriamente.

 

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