lunes, 11 de abril de 2022

 

ACERCA DE LA GRIETA

 

La derecha Argentina entendió correctamente que para poder aspirar a ganarle al kirchnerismo debía resolver el problema de la dispersión de sus agrupaciones políticas. Porque si bien el sistema electoral –con el ballotage-  prevé instancias de confluencia partidaria, no es lo mismo llevar a cabo procesos unificadores entre dos actores que entre más. La atomización y excesiva compartimentación conspiran contra las posibilidades de entendimiento y síntesis, por la dificultad que conlleva reducir una multiplicidad de posiciones en una sola. A esto, hay que agregarle que la competencia por el mismo electorado, siempre generara rispideces, imposibles de subsanar en su totalidad por el mencionado mecanismo electoral.

Por lo que el proceso de unificación solo sería posible, si las divergencias (fueran de la naturaleza que fueran) que separaban a la derecha, resultaban menores de aquellas que las distanciaban del kirchnerismo. (Todo lo anterior, se aplica al espectro de la izquierda, en cualquier tiempo y en cualquier lugar). Pero los problemas no desaparecen con la simple voluntad de solucionarlos, las diferencias en la derecha persistían (y persisten), y la evidencia de que lo único que las aglutinaba era el antikirchnerismo, se hizo insoslayable. Pero como la derecha es proclive a rehuir de la discusión política franca -siempre ocultando su ideología y con pocos antecedentes positivos de gestión que mostrar-, la estrategia de diferenciación y oposición debía discurrir por otros caminos.

Por lo que la derecha identifico al kirchnerismo como el origen y el único responsable de todos los males de la Argentina. Todos los desvalores del país les fueron exclusivamente adjudicados. La corrupción histórica y sistémica fue individualizada y particularizada en ellos. Sus Gobiernos fueron despojados de cualquier aspecto positivo y reducidos a lo negativo. En el relato de la derecha, un país modelo fue corrompido, fundido, saqueado y cooptado por el narcotráfico. En una campaña en la que participaron la gran mayoría de los medios de comunicación y los altos mandos del Poder Judicial, se los llamo asesinos, ladrones y narcotraficantes. Si se caracteriza de esa manera al adversario político, entonces no hay manera de entablar el mínimo dialogo que posibilite entendimientos básicos, ya ni siquiera políticos, sino de mera convivencia. Se instituyen dos morales antagónicas, el bien y el mal divide la política. Ha nacido la grieta. Los buenos de un lado y los malos del otro -así, en términos absolutos, sin lugar para ninguna relativización-, separados, pues la coexistencia es imposible. Así las cosas ¿Qué persona de bien puede defender un Gobierno de ladrones? ¿Quién puede votar por narcotraficantes? ¿Qué colectividad política puede pactar o establecer alianzas con asesinos?

Así fue como el macrismo logro restarle adhesiones al kirchnerismo, y acumular fuerzas para poder vencerlo. Desato una campaña de odio a fuerza de mentiras, medias verdades y tergiversaciones. Es decir, llevo a cabo una campaña sucia contra el adversario. Nada nuevo bajo el sol. Nada que no se haya hecho antes.

Hay que aclarar que el kirchnerismo no fue derrotado por esto; si, hace parte en las causas que lo llevaron a dicho resultado.

Pero esta división poco tiene que ver con la confrontación de clases que postula la izquierda. La estrategia que construyo la grieta no opero de forma manifiesta para dividir a la sociedad identificando intereses contrapuestos; fue una campaña de desprestigio que busco anular completamente una posición política. Mientras a la izquierda le va la vida en exponer las contradicciones entre los diferentes sujetos sociales, la derecha siempre se empeña en negar el conflicto, o bien, en relativizarlo. De hecho, una vez establecida la polarización del escenario político, fue el macrismo el que denuncio a su adversario como el generador de división, y se arrogo para sí la tarea de unir a la nación.

Parece bastante claro el intento de la derecha uruguaya por importar esta estrategia. Se verá con que resultados, porque las condiciones no son del todo asimilables. No solo el sistema político uruguayo no presenta las mismas características que el argentino, además, los tiempos de la derecha uruguaya no son  los mismos a los de la derecha argentina en aquel momento. En esta última, la prevalencia de un partido por sobre el resto y la intención de aglutinar a los demás bajo su egida, era clara y aceptada por todos. Pero en la derecha uruguaya, si bien la alianza es lógica, y  ya ha sido materializada –su perdurabilidad es otra discusión-,  su liderazgo todavía está en disputa, por lo que es esperable cierta competencia entre sus partes para hacerse con ese lugar, lo que inevitablemente generara desavenencias en los aliados.

MEDEL BACHINO

Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UDELAR)

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