lunes, 11 de abril de 2022

 

CUBA Y LA DEMOCRACIA


En 1950 Jacobo Árbenz gano las elecciones presidenciales de Guatemala con el partido de izquierda Acción Revolucionaria. Cuatro años después, Estados Unidos dirigió un golpe de estado acusando al gobierno de comunista a las órdenes de Moscú. Pero lo cierto, es que estos tenían una participación limitada y no ocupaban ni un cargo en el gabinete. En realidad, su crimen, fue la nacionalización de cien mil hectáreas de la United Fruit. Esta empresa norteamericana poseía doscientas cincuenta mil hectáreas, lo que representaba aproximadamente una quinta parte de la tierra cultivable guatemalteca. Se ofreció una compensación de 600 mil dólares, que la empresa no acepto; por lo que el gobierno planteo la expropiación de otras 80 mil hectáreas más.

En 1962 la izquierda se impuso en las votaciones de Republica Dominicana. La presidencia de Juan Bosch -del partido Revolución Dominicana-  promulgo una nueva constitución  que reconocía amplios derechos políticos y sociales, lo que  le hizo ganar la enemistad de la oligarquía latifundista. Estos, con el apoyo de la potencia del norte, derrocaron al gobierno a siete meses de haber asumido.

En 1961 seria el turno de Brasil, con Joao Goulart. Este llevo a cabo un programa económico que incluía una reforma agraria y medidas de control del capital extranjero, además de la ampliación de derechos democráticos que incluyo la legalización del Partido Comunista. También procedió a reconocer al gobierno revolucionario de Cuba. Cuando Estados Unidos restringió la ayuda financiera, Goulart nacionalizo propiedades estadounidenses. En 1964 fue depuesto, por los mismos actores que en los casos anteriores.

En 1970 Salvador Allende alcanzo poder en Chile, transformándose en el primer presidente socialista de América Latina. Y lo hizo por medio de elecciones; aunque esto no importo, y en 1973 el Ejército –con la colaboración del gobierno norteamericano-  retomó el poder por las armas. Chile era el primer productor de cobre del mundo,  y dos empresas norteamericanas –Kennecott y Anaconda- controlaban su producción. En 1971, estas fueron nacionalizadas  junto con Cerro Mining y la ITT, que controlaba el mercado de las telecomunicaciones. El gobierno considero que, dado las ganancias que habían tenido, no tenían derecho a ninguna compensación.

Veintiocho años después la izquierda volvía al poder. En 1998 Hugo Chávez se transformo en el segundo presidente socialista del continente. Llevo a cabo la  misma política que su antecesor -con el petróleo en vez del cobre-, con idénticas consecuencias: golpe de estado en 2002. Aunque esta vez el desenlace vario, por primera vez en la historia de la región, la izquierda logro desbaratarlo.

En todas estas violaciones a la voluntad popular y ataques a la democracia, siempre se encuentran los mismos actores: la oligarquía local en alianza con el gobierno de Estados Unidos, y sus representantes políticos, los partidos liberales y fascistas. Alianza sellada por sus intereses comerciales, activada cuando un gobierno quiere poner fin a su poderío económico. El accionar también se repite: maniobras para impedir su elección, sabotaje económico cuando llegan a la presidencia y golpe de estado cuando todo lo anterior resulta insuficiente. Todo esto respaldado por agresivas campañas de propaganda, llevadas a cabo por los más importantes medios de comunicación.

Pero no solo los gobiernos que supusieron una amenaza para los intereses de los más poderosos fueron derrocados, también aquellos más moderados que se propusieron mejorar el bienestar de la población sin afectar al poder económico. Así sucedió en Haití en 1994 y 2004 (con Aristide –quien además es el único presidente democráticamente electo de dicho país-), Honduras en 2008 y Bolivia en 2019. Países en los que, al igual que en el siglo XX, después de perder por primera vez las elecciones, la derecha retomo el poder por las armas. En Paraguay no hubo necesidad de militares, por medio de un proceso fraudulento, el parlamento destituyo a Lugo en 2012. Lo mismo sucedió con la vuelta de los progresistas en Brasil, en 2016.

Si las pocas veces que un partido que propugna un cambio del sistema económico (o a veces ni eso) alcanza la presidencia, es derrocado, resulta imposible calificar los regímenes capitalistas como democráticos. Es mentira que la derecha es democrática. El orden liberal nunca permitió ni permitirá que ganen opciones electorales anticapitalistas.

Es totalmente ilusorio, que la ciudadanía pueda ejercer plenamente la soberanía que la democracia le otorga, si sus derechos económicos son coartados. El capitalismo, al concentrar la riqueza en una minoría, establece condiciones asimétricas para el ejercicio real del poder político entre esta y el resto de la población. En Cuba, con todos sus problemas, se desarrolla una democracia más plena, por la sencilla razón de que el poder económico esta mas distribuido. En cuba hay un sistema político más representativo de los intereses de la población, que en la gran mayoría del resto de los países donde el capital tiene absoluta prevalencia en todas las decisiones de los estados. En la isla, con sus aciertos y errores, el gobierno esta mas supeditado a los mandatos de sus ciudadanos que a los de una potencia extranjera. Y de eso es de lo que se trata una democracia finalmente.     

MEDEL BACHINO

Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UDELAR)

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